Me detengo en la lectura del día. Como al «pobre» Zaqueo, me has querido honrar.
18 de noviembre Martes XXXIII
Lc 19, 1-10 La mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres.
Jesús pasa y Zaqueo, hombre rico y bajo de estatura, se encuentra mirado por él, y requerido para que le hospede en su casa. Esta atención, esta mirada ( con la que siempre me miras a mi también, Señor) hace que Zaqueo diga la frase que no hace falta comentar. La salvación ha llegado a esta casa, por eso comparto mi riqueza, Señor, es la verdad y el amor de tu mirada el que me mueve a obrar.
Hago un parón, y me dejo interpelar por esta lectura que inspiró en mi una canción: «Bien sé, Señor» hace ya más de 15 años. Zaqueo tenía de todo, era un capitalista amante de su riqueza y a la vez era inmensamente pobre. Jesús viene a él, y su riqueza se vuelve en pobreza en comparación con la gracia de recibirlo en su casa.
En estos tiempos de opulencia y de miedos a perder el bienestar por la omnipresente crisis económica, (cuando muchos pueblos llevan en crisis desde siempre) se requiere con premura de la solidaridad… y esta solo nace de un corazón como el de Jesús. Pensar, sentir y vivir como El, y aceptarlo y dejarnos aceptar como Zaqueo, por encima de todas esas cosas que llenan nuestras vidas, nos hace despegarnos de la vida y sus cosas, y trascender al estadio de la solidaridad y a ser hijos pobres de Yahveh, hasta darlo todo sin más reservas que los límites de nuestra humanidad.
Te animo que releas este texto evangélico para seguir rezando y radiografiando la vida.
Un beso, Nico.